Cómo tratar a una musa

Cómo tratar a una musa

Cómo tratar a una musa

Te creíste el elegido
cuando aflojabas los lazos
que soltaban su vestido,
y te pasó inadvertido
que el corazón en pedazos
era el precio convenido.

Tu ilusión alzaba el vuelo
tras una alucinación
a punto de caramelo,
y en su cuerpo viste el cielo
sin ninguna indicación
de cuándo llegaría el duelo.

Te creíste el elegido
cuando aflojabas los lazos
que soltaban su vestido.

No entendiste que una musa
no es musa para ser tuya
es musa porque te usa.
Y aunque tras usarte huya
no te exige ni te acusa,
ni te soltará una excusa.

No la busques, que no es presa
que encuentres desprevenida
y captures por sorpresa.
No la esperes. Si regresa,
prepara la bienvenida
e ignora cualquier promesa.

Y si se acerca y te besa
será porque ella lo quiere,
no porque a ti te interesa.
Si con tu apremio se estresa
o tu desazón la hiere,
cualquier opción que hubo, cesa.

Te creíste el elegido
cuando aflojabas los lazos
que soltaban su vestido.

No entendiste que una musa
no es musa para ser tuya
es musa porque te usa.
Y aunque tras usarte huya
no te exige ni te acusa,
ni te soltará una excusa.

Solo ofrécete dispuesto,
abre corazón y mente
y trata de ser honesto.
Ella apreciará ese gesto
mostrándose complaciente
y se ocupará del resto.

Te creíste el elegido
cuando aflojabas los lazos
que soltaban su vestido.

Imágenes procedentes de Pygmalion et Galathée, Le Magicien y La Chrysalide et le Papillon d’or de Georges Méliès.

Hermanas