
26 dic A través de tus ojos
El amor, una tarde, ya a mi edad,
me abordó y me dijo de repente:
– “Permítame, señor, que me presente”.
A la vejez viruelas… dichosa enfermedad.
Y dichosa fue a ratos, y a ratos tempestad,
duda, alegría, inquietud absorbente,
estímulo y via crucis de mi mente…
el amor me atizó… con generosidad.
Casualmente no es por casualidad
que ahora entienda por qué dice la gente
que a veces la verdad resulta hiriente…
a mí me cercenó por la mitad.
Qué extraña aplicación de la igualdad…
si tu no estás, yo soy el que está ausente,
un perfecto impostor de ser viviente,
un penitente en clandestinidad
capaz de hacer mil males sin maldad,
capaz de una idiotez inteligente,
y, sin que pueda servir de precedente,
capaz de dar mi vida por tu felicidad.
Y el amor, qué cordial, qué gentil, me brindó sus abrazos,
me mostró que a mi vida completa le faltan pedazos,
que las cuentas de amar las llevaba en números rojos
y que puedo abrasarme quemando mis propios rastrojos.
Y el amor, qué cabrón, qué ladrón, se llevó mi cordura,
me dejó el corazón en prisión sometido a tortura,
esperando el momento en que no queden ya más cerrojos,
con la sola ilusión de escapar a través de tus ojos.